Bienvenidos, queridos lectores, a la segunda entrega de nuestra apasionante serie de analectas.
Hoy, nos encontramos con las palabras del Maestro Confucio que proclamó :
Soy un mero mensajero, no un creador. Me aferro al pasado y lo venero. En esto, me atrevo a compararme con nuestro estimado Peng.
Confucio
Escucha el eco de humildad que resuena en los pasillos del tiempo, un recordatorio de que somos meros transmisores de un legado que nos precede.
Ser un portador de mensajes, un faro de luz en la oscuridad es una virtud de los nobles. Algunos proclamarán a los cuatro vientos que asisten a todos, pero, como siempre, ¿dónde está la acción que respalda esas afirmaciones?
El cuerpo, ese lienzo de carne y hueso, siempre será el reflejo más auténtico de nuestras filosofias más profundas. Ayudar a alguien, especialmente a aquellos que más lo necesitan, es un desafio que pone a prueba nuestra humanidad.
Quizás no necesitamos transmitir el mensaje a través de palabras, sino a través de acciones. Tal vez esa persona necesitada requiere a alguien a quien emular, alguien cercano donde pueda vislumbrar un rayo de esperanza de poder superar su presente, incluso en medio de su tragedia. Esta es una tarea más desafiante que simplemente ofrecer un consejo de gurú, es un desafio que requiere valentía y compromiso.
¿Por qué crees que tus palabras cambiarán a un extraño si ni siquiera te cambian a ti? Es dificil poner la voluntad en acción. Es extremadamente dificil ser quien realmente quieres ser.
¿Cuántas veces hemos mentido?
¿Cuántas veces nos hemos traicionado a nosotros mismos?
Todos los días, pero la idea es que gradualmente seamos más auténticos y fieles a nuestras creencias, por extrañas que sean. Y la única forma de demostrar tal lealtad es con la acción, no con las palabras. Quizás fueron las acciones del Maestro Confucio las que lo convirtieron en el Maestro de los Maestros, no sus palabras.
La segunda parte de este compleja analecta nos lleva a la siguiente reflexión: Es en el pasado donde descubrimos nuestros errores, es nuestra fuente de sabiduría. Como dice Rafiki en El Rey León: el pasado puede doler, pero tal como yo lo veo, puedes huir de é o aprender de él. Es dificil confiar en que nuestros fracasos pasados son la clave para el futuro. Son los errores los que sacan lo mejor o lo peor de nosotros. Además, si nos enfrentamos a nuestros errores, la repetición de la acción se convierte en un hábito.
El error seguirá ahí, pero cada vez será más grande. Si tu entorno no te soporta, quizás es porque estás haciendo que la gente viva un tormento. Esto no sucede de la noche a la mañana. Sucede en los pequeños detalles diarios. Ocure donde no quieres ver, en la acumulación durante meses y meses de detalles que sabes que podrías mejorar, pero has ignorado, como no ordenar tu habitación. El mal hábito contagia al resto, no al revés.
La manzana podrida destruye el fruto del árbol.
Recordad, la autenticidad no se encuentra en las palabras, sino en las acciones. Y el pa ado, por doloroso que sea, es nuestro maestro más grande. Aprendamos de él.
Atrévete a dudar