Es el momento de sumergirnos en las profundidades abisales de la psicologı́a, tal como uno se adentra en las sombras de la noche, buscando la luz de la verdad.
Carl Jung, un nombre que, al igual que un espejo empañado, es desconocido o malinterpretado por la gran mayorı́a de los psicólogos a los que podrı́as acudir. Muchos, en su ceguera, nunca han oído mencionar su nombre, o peor aún, lo critican como quien arroja piedras a un pozo oscuro.
Pero, al igual que el sabio que no juzga el libro por su cubierta, no me considero el adecuado para determinar si esto es bueno o malo. No es mi propósito indagar en la persona de Jung, sino en su obra, como quien busca perlas en el fondo del mar.
Nos disponemos a hablar, y vendrán má s escritos, sobre uno de sus libros que me ha tenido cautivo, como el oro atrae a los avaros.
«Arquetipos e Inconsciente Colectivo», una obra que, al igual que un laberinto de espejos, me ofrecı́a preguntas que mi inconsciente me estaba susurrando a gritos. Pero, oh maravilla, también me brindaba las respuestas a tales interrogantes, haciendo que mi mente explotara como un volcán en erupción .
Lo mínimo que puedo hacer, querido lector, es compartir algún extracto de esta obra y ver qué conclusiones podemos extraer. Sin más dilación, como quien se lanza a la batalla, vamos manos a la obra.
¿Te atreves a desentrañar las preguntas y respuestas que «Arquetipos e Inconsciente Colectivo» te susurra a tu mente?
«Hasta el siglo XVIII, la historia de la psicologı́a consistı́a esencialmente en un registro de las doctrinas del alma, sin que esta se hubiera convertido en objeto de investigación.»
Carl Jung
La sentencia de la muerte de Dios, proclamada por Nietzsche, fue un cataclismo que sacudió los cimientos de nuestra existencia. No fue un simple cambio de era,sino una transformación que resonó en lo más profundo de nuestro ser. Fue el motivo por el cual abandonamos la antigua costumbre de confesar nuestros pecados y demonios al cura del pueblo, y en su lugar, buscamos el consejo de un nuevo tipo de confesor: el psicólogo.
Este deceso divino está intrínsecamente ligado a la revolución cientı́fica, brillantemente expuesta en el aclamado libro «Sapiens». Gracias a este despertar del conocimiento, logramos superar las guerras, las hambrunas y las enfermedades, los tres grandes desafios que azotaron a la humanidad durante milenios. En el continente europeo, estos monstruos ya no son más que sombras del pasado.
Sin embargo, el despertar de nuestro sueño cristiano trajo consigo una tormenta de dudas y conflictos internos. Al cuestionar la Palabra de Dios, nuestras creencias y pensamientos, la realidad que la Iglesia habı́a pintado comenzó a desvanecerse como un espejismo.
La tierra ya no era plana, y nos encontramos a la deriva en un mar de incertidumbre. Ya no sabíamos qué era lo correcto y lo incorrecto. ¿Dónde trazamos la línea entre el bien y el mal?
En la ausencia de la Palabra Divina, nos encontramos errantes, buscando respuestas en otros santuarios. La ciencia y la racionalidad emergieron como nuestros nuevos profetas, ofreciéndonos un camino a seguir.
Decidimos que los dilemas morales, aquellos que se reflejan en los arquetipos y que son suscitados por nuestra conciencia, podrı́an encontrar respuesta en el altar de la ciencia.
Pero, ¿es acaso la ciencia capaz de llenar el vacı́o dejado por la fe?
¿Es posible que en nuestra búsqueda de respuestas, hayamos perdido de vista las verdaderas preguntas?
Estas son las dudas que nos asaltan en nuestra travesı́a por este nuevo mundo. Un mundo donde la ciencia es nuestra guı́a, pero donde la fe sigue siendo nuestra brújula.
Comenzamos a ofrecer, escuchar y asimilar ideas comprensibles para la mente racional, aunque incompletas. Los problemas «espirituales» siguen siendo los mismos, aunque ahora se presenten con diferentes interpretaciones y etiquetas.
Asumimos que los cuentos de hadas no existen en realidad. Que la ciencia puede explicar el amor y el odio.
Ası́, emergió una psicologı́a empírica, una psicologı́a que aspiraba a ser tan indiscutible como la gravedad misma. Este cambio de paradigma nos llevó a enfocarnos más en el objeto y menos en el sujeto. En otras palabras, la psicologı́a contemporánea se centra en la fuerza de la gravedad y no en el individuo que está siendo arrastrado hacia el abismo.
Pero,
¿acaso no es el individuo, el ser humano con sus sueños, miedos y esperanzas, el verdadero protagonista de esta historia?¿Hemos olvidado que, aunque la gravedad es una fuerza poderosa, es el hombre quien decide si caer o volar?
Estas son las preguntas que debemos hacernos, querido lector, mientras navegamos por las aguas turbulentas de la psicologı́a. Porque, al final del dı́a, es el hombre, y no la gravedad, quien escribe su propio destino.
Atrévete a dudar.