En el vasto lienzo de la vida, un perro puede ser un pincel que pinta colores vibrantes en los grises cotidianos.

No es un cambio tan drástico como el que provoca un niño, pero si en tu juventud decides abrir la puerta de tu vida a un perro, estarás haciendo una in versión que no tiene precio. No hay lugar para la duda en esta afirmación.

Si tienes la capacidad de asumir la responsabilidad que conlleva cuidar de un perro, te insto a que lo hagas. Verás mo tu perspectiva cambia, mo ese ser que antes considerabas un simple animal de compañı́a se transforma ante tus ojos en un niño que nunca crece.

Si mis palabras te parecen exageradas, te invito a que observes. Observa como un dueño le habla a su perro con cariño, mo le acaricia, mo le sonrı́e . Luego, mira a un padre con su niño. Verás que las diferencias son prácticamente inexistentes, sobre todo fíjate con el tono en el cual se comunican.

¿Sabı́as que tenemos más en común con nuestros amigos peludos de lo que podrı́as imaginar? Sı́, ası́ es. Resulta que compartimos una pequeña pero poderosa parte de nuestro cerebro con ellos, el hipotálamo. Este pequeño héroe anónimo es el encargado de regular algunas de las funciones más básicas y esenciales de nuestro cuerpo, como la sed, el hambre e incluso la atracción sexual.

Pero aquı́ viene lo interesante. Con el paso del tiempo, nuestro cerebro ha evolucionado, ha crecido y se ha desarrollado, dotándonos de una conciencia y la capacidad de interpretar nuestras emociones, algo que nuestros amigos caninos aún no pueden hacer. Pero ¿sabes qué ? El simple hecho de que compartamos estas funciones biológicas básicas con los perros me hace pensar que podemos aprender mucho sobre nosotros mismos a través de ellos.

A través de tu compañero de aventuras, puedes llegar a entender que el amor es algo que se puede comprender sin la necesidad de palabras.

En el tablero de ajedrez de la vida, un perro puede ser un alfil inesperado, una pieza que, aunque no esperabas, puede cambiar el curso del juego. Me remito al Capítulo 2 del segundo libro de Jordan Peterson, titulado “Trátate como si fueras responsable de alguien a quien ayudar. Un perro, mi querido lector, es una responsabilidad en toda regla. Tienes que alimentarlo, estar pendiente de sus travesuras, enseñarle las reglas del juego, bañarlo, y un largo etcétera. Y en esa rutina, en esa obligación diaria, puedes observar de una manera simple los efectos que tiene cuidar de algo que no eres tú mismo.

Quizás, con el paso del tiempo, te plantees si no deberı́as cuidarte a ti mismo con la misma dedicación con la que cuidas a tu perro.

Esta responsabilidad, que aceptas de manera consciente, es más simple que una relación con otra persona. Es más fácil de visualizar, de entender. Y es que, en esta relación, eres tú , el dueño, quien determina las reglas del juego. Recordemos que los perros no tienen la capacidad de interpretar la relación y actuar de acuerdo con esa interpretación.

Nosotros sı́.

De la misma manera, creo que existen múltiples ventajas cuando te embarcas en esta aventura. Dependen de la persona, claro, pero permíteme que te hable de algunos aspectos positivos que he podido observar.

Primero, el amor que te dan sin importar las circunstancias, el amor incondicional de un niño. Todos los as, cuando vuelvo del trabajo, me espera y cuando me ve, salta a mis brazos y solo me besa. Te confieso, querido lector, que cuando tienes ese cariño, afrontas las desgracias de la vida de otra manera porque sabes que al final del dı́a, sin importar lo gris que sea, vas a obtener un cariño incondicional.

No hay que olvidar que este cariño se desarrolla si el dueño se lo da y a la mínima muestra de cariño, el perro va a mostrar mucho más cariñ o que cualquier persona, sin dudarlo.

Cualquier cosa que le enseño al perro y la aprende, como puede ser que reaccione a su nombre o que vaya a mi lado, me produce una satisfacción muy profunda. Observo que los sacrificios, por tanto, cuanto mayor sea el sacrificio, mayor es la satisfacción.

Ahora la cuestión es qpasarı́a si esto lo aplicas a otro tipo de relaciones, a lo cual tengo seguro que esa satisfacción serı́a incluso superior.

Asimismo, estos sacrificios crean un hábito en tu persona y cuando ya no sean necesarios porque el perro ha aprendido, el esfuerzo desaparece, pero el hábito se mantiene.

Para concluir, creo que si quieres crecer como persona a raı́z de la relación con tu mascota, debes asumir que es un niño pequeño del cual tienes que cuidar y enseñarle mo vivir en este mundo cruel, que desarrolle sus instintos en base a tu persona, esos instintos animales que compartimos con ellos y quizás aprendas algo nuevo.

Al fin y al cabo, dicen que una mascota es la representación de su dueño, por tanto, a través de ella puedes ver qtipo de persona eres. En el espejo de sus ojos, en la lealtad de su comportamiento, en la alegrı́a de su saludo, puedes descubrirte a ti mismo.

Y quizás, solo quizás, te guste lo que veas.

Atrévete a dudar.

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