Sumergidos en un universo de sorpresas y enigmas, nos dejamos envolver por la fascinación que surge de las películas de Marvel y otras joyas cinematográficas.
¿Pero qué es lo que realmente nos cautiva?
¿Acaso hay un misterio oculto, tejido entre las tramas y los personajes, que nos atrapa y nos deja con interrogantes en lo más profundo de nuestro ser?
Para aquellos de espíritu racional, o peor aún, para aquellos cuyas almas se hallan aprisionadas en la rigidez de las ideologı́as, resulta inconcebible comprender cómo un hombre empuñando un martillo puede conmovernos hasta lo más profundo.
Sin embargo, es innegable la influencia que tienen estas historias sobre nosotros.
¿Por qué seguimos encontrando una incesante fascinación en figuras mitológicas y religiosas, a pesar de que la muerte de Dios haya sido proclamada?
En nuestro afán por comprender, es necesario adentrarnos en una perspectiva distinta de la mitologı́a, despojándonos de la visión superficial que se nos impone en la era moderna.
Ası́, surge la pregunta:
¿Acaso la mitologı́a no tenı́a el propósito de explicar lo que la ciencia afirmarı́a siglos más adelante?
Aunque muchos podrı́an restar importancia a estas antiguas historias, lo cierto es que la mitologı́a ofrecı́a al ser humano, en épocas anteriores a la supremacı́a cientı́fica en la que nos encontramos, un mapa para navegar las turbulentas aguas de la tragedia que supone la vida.
Los mitos describı́an aquello que no conocemos, ni entendemos.
Aquel territorio inexplorado que escapa a nuestra comprensió n racional y moderna.
Estas narraciones ancestrales nos revelaban los patrones que daban forma a las historias que contábamos, enseñándonos cómo enfrentarnos a dragones y desafiar nuestro destino, tal como lo hacı́an los personajes de la obra maestra El Hobbit.
La mitologı́a, en su sabidurı́a ancestral, fungı́a como una intermediaria entre nuestro pensamiento inconsciente y la acción misma.
Era el vínculo que nos permitı́a superar la ansiedad y evitar quedar paralizados ante ella. Un terreno en el cual la ciencia no se aventura, a pesar de los intentos de algunos por relegarla a un segundo plano.
Hoy, en pleno siglo XXI, la era de la ciencia y la tecnologı́a, la hambruna ha sido reemplazada por el desafı́o de combatir la obesidad, al menos en nuestros privilegiados rincones de Occidente.
Contamos con un hogar, alimento y protección, en una sociedad que nos brinda seguridad. Sin embargo, a medida que nos adentramos en esta realidad, debemos confrontar la ausencia de aquellas creencias que alguna vez permitieron al ser humano enfrentar el hambre y la enfermedad.
Nos encontramos en un tiempo en el que los problemas que atormentaban a nuestros ancestros en el siglo XIX han quedado en el pasado, una época en la cual la enfermedad y el hambre dejaron de amenazar nuestras vidas cotidianas.
Y en medio de este cambio, nos asalta la duda:
¿Dónde quedaron aquellos rituales y creencias que guiaban a nuestras almas?
¿Qué ha ocurrido con aquellos que adoraban a los dioses de la guerra, aquellos que luchaban por sus vidas?
¿Dónde se encuentra el Geppetto que una vez miraba las estrellas?
En un mundo en el que la ciencia ha ido ganando terreno, el drama y la mitologı́a cumplı́an una función esencial: ayudaban al ser humano a creer en algo superior a sı́ mismo.
Sin embargo, en esta era de escepticismo y dudas, nos encontramos ante el ocaso de la fe.
Dudamos de las creencias que sostenı́an nuestra psique, suponiendo que el firmamento de la ciencia es idéntico al firmamento religioso. Hemos dejado atrás los días en los que la sociedad se aferraba a la fe ciega.
Ahora exigimos pruebas, necesitamos ver para creer.
Demandamos evidencias palpables, en lugar de depositar nuestra confianza en la fe.
Gracias a la revolución cientı́fica, hemos podido contemplar un mundo lleno de maravillas y experimentar cosas que nuestros antepasados habrı́an considerado pura magia. Para muchos de nosotros, la ciencia ha sido un recur so invaluable, pero no sin sacrificar una parte de nuestra esencia en el proceso.
Sin embargo, nos preguntamos: ¿es esto todo?
¿Acaso la ciencia lo abarca todo?
Quizás, solo quizás, la fantası́a cumplı́a una función mucho más profunda de la que habíamos imaginado.
Tal vez, en lugar de ofrecer una mera explicación del mundo trágico que nos rodea, la fantası́a nos brindaba las herramientas necesarias para afrontar nuestra propia tragedia existencial.
Nos mostraba cómo actuar cuando somos traicionados, engañados o arrastrados por la cólera.
En un mundo en el que las certezas se desvanecen, no podemos ignorar la resonancia que las películas de superhéroes tienen en tant as personas. Nuestro inconsciente sigue estando atraı́do por estas historias que nos ayudan a sobrevivir y encontrar nuestro camino en un mundo que puede resultar cruel y enigmático.
Atrévete a dudar.