En lo más profunda de nuestra limitada existencia hay un demonio, una bestia abominable que habita en cada uno de nosotros.

Aquella esencia oscura que todos portamos, que algunos buscan reprimir, ocultar, ignorar.

Abrazan la idea de espacios seguros, construyen caparazones de ilusión, huyen del monstruo interior. Malditos ilusos.

Escucha bien, mi estimado lector, el monstruo siempre halla el camino a casa.

No dejes que ese dı́a te pille con la guardia baja, que te deje tambaleándote en el abismo del caos absoluto.

No te lo digo como una advertencia vana, te lo susurro desde el pozo de mi experiencia, desde el conocimiento forjado bajo mi propia condena.

El monstruo me visitó y me detendido en la desolada tierra de los hospitales. Solo fue la bienvenida a un infierno que duró dos os y veintiocho as.

Durante dos malditos os y veintiocho infernales as, el monstruo tolas riendas de mi vida, como un jinete furioso en un caballo desbocado.

Esos 758 as me sacudieron hasta el núcleo, rompiendo en pedazos mi fe, no solo en la humanidad, sino también en el pobre diablo que veı́a en el espejo. El mismísimo yo.

Durante 18.192 horas, su voz siniestra no dejaba de retumbar en mis oídos, como un tambor de guerra que no cesa, como un eco endiablado en un abismo sin fondo. Me hablaba de la oscuridad que moraba en mı́, de la maldad innata que impregnaba mi ser, y me dejaba encadenado a una parálisis aterradora.

Por 1.091.520 minutos, el pánico y la ansiedad eran mis únicos compañeros fieles, sombras persistentes en una habitación oscura. La luz del dı́a se volvı́a inalcanzable, la calle se convertı́a en un territorio extranjero y aterrador. Mis palabras se atragantaban en mi garganta cada vez que intentaba hablar con aquellos que afirmaban amarme, aquellos a los que decı́a amar.

Esto es la cruda realidad pintada en colores oscuros, un lienzo de desesperación y desolación.

Este no es un juego, querido lector, no es ninguna tonterı́a. Este es la oscura realidad en la que todos nos tememos mirar, la profunda oscuridad en la que todos, al final, nos perdemos y no queremos mirar.

Amor propio. Algo que muchos quieren y la mayorı́a no puede. Es algo difícil. Vivimos en un mundo repleto de dudas, somos ignorantes e imperfectos.

Existen muchos motivos para dudar de uno mismo. No entiendo la causa, pero el monstruo no duda de sı́ mismo. El monstruo se defiende e incluso ataca a aquellos que simplemente se atreven a verlo.

Asimismo, al monstruo no le cuesta mostrar la verdad, incluso las que duelen. Es como los sueños, nunca miente.

Una vez que el individuo acepta la verdad más terrorı́fica, la verdad de que nosotros somos el diablo, nosotros creamos los campos de concentración, nosotros vivimos y causamos infiernos, nadie se salva. Todos somos humanos. Una vez que la aceptes, plantéate esta pregunta, lector:

¿Existe alguna verdad que te dé miedo?

Te garantizo que no te asusta ni la muerte. Si te soy honesto, lector, estoy orgulloso de ser un monstruo, pero estoy más orgulloso de que mi mayor logro sea que leas estas palabras.

Hay que conocer a la Sombra. Hay que saber hasta qnivel de maldad podemos llegar.
Solo los valientes aceptan que son igual de humanos que Hitler o Stalin.

El monstruo entiende que la maldad y corrupción siempre van a estar ahı́. Pero es tan monstruoso que los propios demonios le temen. Es una idea muy complicada y difícil de aceptar. Sin embargo, es peor asumir que eres mejor que los demás. Que tu moral es superior a tu maldad. Esto solo te convierte en un moralista inofensivos.

¿Cómo podemos convertirnos en un monstruo virtuoso?

Escuchando más y hablando menos. Juzgando menos y pensando más. Recuerda, lector, somos dueños de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras. Los ignorantes llenos de espíritu crítico son aquellos que siempre tienen que decir algo.


¿mo se puede saber en qmomento hay que hablar?

Buscar la verdad en la cual la individuo quiere representarse a través de la palabra y la acción.

Aplica estos tres principios antes de hablar: Tus palabras tienen que ser bondadosas, útiles y verdades. Y no confundas la bondad con ser majo, no se trata de eso.

Busca tu verdad, lector.


¿Sabes qencuentras cuando la descubres?

Libertad, lector.

Y esto no es tarea de niños.

Antes de escuchar a los demás te tienes que escuchar a ti. Te reto a que te hagas las siguientes preguntas:

¿Cuándo te sientes bien contigo mismo? ¿Cuándo sufres?
¿Qser querido te ha hecho daño? ¿Dónde te ves en 5 os?

¿Qacontecimientos del pasado te siguen visitando en tus sueños y causan do dolor?
¿Cuándo y quién te traicionó ?
¿Quién te dio la espalda cuando te caíste?¿Quién te levantó para solo clavarte el cuchillo?
¿Quién te alaba en tu presencia y te critica en tu ausencia? ¿Quién se ha mofado de tus aspiraciones y sueños?

Preguntas complicadas y que dan miedo. No te enfrentes a todas a la vez, te vas a sentir desbordado. No lo dudes.

Escoge una, solo una pregunta.

Abre tu cuaderno de batalla, escoge ese bolígrafo cuyo color te habla, te comprende, porque las respuestas que vas a destapar van a ser aterradoreas.

Después, sumérgete en las profundidades de tu sombra, estrecha la mano al monstruo que te acecha, y ofrécele una sonrisa desafiante.

Dale vida en el papel a todos y cada uno de los pensamientos que quieren por salir, que acribillan tu mente mientras tratas de descifrar los secretos que esconde esa pregunta que has escogido.

No dejes que ni uno solo de ellos se desvanezca en el olvido.

Muéstrale al monstruo que no temes su presencia, que su siniestra sombra no logrará doblegarte como lo hizo conmigo.

Demuéstrale que eres más fuerte, que eres más valiente. Que, si intenta imponer su voluntad sobre la tuya, encontrará un muro de acero forjado con la resiliencia de tu espíritu.

Porque, al final del dı́a, querido lector, tú eres el capitán de tu propio barco, el maestro de tu destino.

Si te atreves a afrontar a tu monstruo con valentı́a y determinación, si te atreves a desnudar tu alma y a explorar los abismos de tu ser, estarás un paso más cerca de conquistar tus propios demonios.

Atrévete a dudar

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