En estos días, cuando la voz «nazi» se esgrime con la misma despreocupación con la que uno saluda al vecino en la mañana, conviene adentrarnos en un examen del carácter que más ha encarnado este término, aunque no necesariamente el más severo.
No es el demonio que pronuncia discursos en público el que debe despertar nuestro recelo, pero Adolf Hitler es una figura digna de nuestro estudio. Antes de sumergirme en el análisis psicológico de este personaje, más diestro y perverso que Lucifer mismo, permíteme destacar una faceta:
Hitler era un genio.
No cualquier mortal es capaz de subyugar al mundo y construir un sistema que exterminó a cientos de miles de personas durante años. Aunque no se re onozca abiertamente, hay quienes, en su interior, desearı́an ser los autores de tal grado de atrocidad. Y están más cerca tuyo de lo que crees.
Quien proclame que Hitler era un necio o un insensato, dale un chupete para que siga durmiendo en el Paı́s de Nunca Jamás. Sin embargo, no podemos obviar que fue uno de los maestros que urdió uno de los infiernos más lúgubres que la humanidad haya conocido.
Pero,
¿de dónde surgió este infierno? Como bien sabes, querido lector, las cosas no suceden de la noche a la mañana. Ası́ que vamos a comenzar con un detalle sutil de este personaje, pues son los detalles los que definen a la persona.
Adolf Hitler, aquel personaje que movió el tablero del mundo con su escalofriante propósito, escondı́a tras su máscara de fervor político una obsesión que, aunque singular, podrı́a considerarse banal en cualquier otro ser humano:
La limpieza.
Su fascinación por el orden y la pulcritud iba más allá de lo convencional, convirtiéndose casi en un ritual diario, una auténtica obsesión que impregnaba cada rincón de su vida. Su meticulosa atención a los detalles podı́a verse en la rigidez de sus uniformes, en la precisión con la que se alineaban los objetos en su escritorio,sus 6 duchas diarias o en la forma en que despreciaba cualquier signo de desorden o impureza.
Pero,
¿era este comportamiento la mera manifestación de una fijación por el orden y la limpieza, o acaso ocultaba algo más profundo, una sensibilidad excesiva, patoló gica al asco y la suciedad?
Estas preguntas, aunque pueden parecer triviales a primera vista, se vuelven inquietantes al considerar el enorme impacto que tuvo esta figura en la historia de la humanidad. El análisis de su obsesión por la limpieza, por tanto, merece una reflexión profunda y cuidadosa, pues nos permite ahondar en la psicologı́a de uno de los personajes más enigmáticos y terribles de la historia moderna.
Algunos creen que los nazis persiguieron a los judı́os por miedo. Un temor a que esta raza controlara la Alemania del siglo XX.
No obstante, sostengo firmemente que era por asco y, cuando algo te provoca asco, buscas erradicarlo.
Esta obsesión se puede rastrear en su libro sobre sus conversaciones privadas. Hitler siempre categorizaba a las personas que erradicaba como ratas, parásitos e insectos. Su objetivo era deshumanizar a estos grupos y «limpiar» la nación .
La máxima expresión de esta deshumanización son los campos de concentración, donde lo primero que hacı́an los nazis era despojarles del nombre y asignarles un número.
Es como un macabro bosque en medio de la noche, donde los árboles, en lugar de nombres, tienen espeluznantes números tallados en sus cortezas, eliminando cualquier rastro de individualidad y vida
Pero permíteme retroceder en la historia, querido lector, antes de lo que tus conocimientos actuales podrı́an sugerirte. La trama, en efecto, se gestó con una sutileza engañosa, mucho antes del comienzo de la debacle.
Lo que ocurrió fue este intento insólito y macabro de Hitler de imponer una «limpieza» en la sociedad, una limpieza que, guiada por el esquema de seguridad social diseñado por Bismarck, se convertirı́a en una fuerza destructora.
En el tablero de ajedrez que era la sociedad alemana, Hitler movió su primera pieza con una astucia calculadora: persuadir a los propietarios de las industrias para que «limpiaran» sus instalaciones, que exterminaran a todas las ratas e insectos que encontraran.
En un giro irónico de los acontecimientos, decidieron utilizar Zyklon, una variante del gas que, en un cruel adelanto de los horrores por venir, luego serı́ a empleado en los campos de concentración.
Después, con una frialdad que heları́a la sangre de cualquier observador de sapasionado, dirigió sus esfuerzos a los hospitales mentales para «limpiarlos».
Esta operación de purga de la nación fue ganando impulso, expandiéndose de manera exponencial y aterradora, como una mancha de tinta en un lienzo puro.
Creció y creció,hasta alcanzar un punto culminante que permitió a la humanidad vislumbrar la cara más oscura y depravada de su propia esencia: un auténtico infierno en la tierra, como un fuego que consume todo a su paso.