En los intrincados rincones de nuestra fértil España, una tendencia se alza, imponente como un navı́o en altamar: un grueso conglomerado de personas encuentra alivio en pastillas recetadas para ocultar la sombra de la ansiedad.
Con una esperanza encendida como brasa, intentamos desterrar una emoción que nos perturba, un sentimiento que, aunque forma parte de nuestra existencia, nos repugna.
Pero desde mi atalaya, donde observo con la nitidez del halcón, te confirmo que este camino no es la solución más espléndida. Las pastillas son un corsario que secuestra el problema, sin solucionarlo.
Ası́, en mi rol de marinero de las emociones, te propongo desplegar las velas y navegar hacia otro horizonte.
Aunque no hay tesoros sin dragones, debemos entender que superar la ansiedad no es un duelo rápido en el alba, es una cruzada que abraza el dolor para forjar fortaleza.
Aunque el camino esté repleto de escollos, te prometo que la conquista vale cada gota de sudor.
Inicia la travesı́a con una sola premisa: OBSERVA.
Detecta los momentos en los que la ansiedad te asedia, incluso si, como en mi caso, parece ser tu sombra persistente.
Pero, querido lector, si hoy la ansiedad es tu compañera, no significa que mañana te persiga. La ansiedad surge de nuestro fuero interno, ası́ que nuestro primer blanco debe ser nuestra propia esencia.
Quien mira hacia fuera duerme, quien mira hacia dentro, despierta.
Además, es crucial marcar un rumbo y preservar el sueño. Como un faro que guı́a en la oscuridad, múltiples estudios han demostrado que la falta de sueño es uno de los más temibles piratas de la ansiedad, tanto en humanos como en animales.
Dormir y soñar, esa es la clave, convertir la noche en un santuario de descanso debe ser tu primer cometido.
Una vez que sientas que las estrellas nocturnas te son propicias, es momento de delinear una rutina en la carta de navegación de tu dı́a.
Una rutina no es una carga de obligaciones, sino un compás que dirige tu vida. Alimenta tu cuerpo con tres comidas al dı́a a la misma hora, como un faro constante en tu viaje.
Ejercita tu cuerpo, recuerda: un capitán fuerte en un barco firme.
Antes de adentrarte en las profundidades de la mente, cuida la cubierta de tu cuerpo.
Mente sana en cuerpo sano, decı́a algún sabio.
Aunque sean unas simples flexiones en casa o una carrera de 20 minutos, cada paso, cada acción, es una victoria. Con el tiempo, hallarás una energı́a renovada que te acompañará durante el dı́a. El ejercicio aplaca al cuerpo, mejora el sueño, y aunque al principio sea un detalle mínimo en el horizonte, con el correr de los días, lo notarás.
Una vez establecida esta base, es hora de izar las velas y enfrentarte a la ansiedad.
Nuestros pensamientos negativos son un mar embravecido que puede arrastrarnos hasta el lecho de la angustia y el dolor. Si te encuentras en este abismo, habla, comparte tus miedos con alguien de confianza. Descubrirás que esos fantasmas, bajo la luz del diálogo, no son más que sombras proyectadas por la inseguridad.
La solución no se encuentra bajo la manta del silencio, sino en la palabra honesta y sincera.
Si te atrae más el aroma del pergamino que el susurro de las páginas, te insto a escribir. Convierte esos fantasmas en palabras, dales forma en el papel y transforma esa fantası́a temible en un desafı́o tangible al que puedes enfrentarte.
Lo que escribes puede no ser un lienzo idílico, pero como dijo el sabio Freud, un dı́a mirarás atrás y sonreirás al recordar esos combates arduos, porque te han hecho el luchador que eres hoy.
Sigue adelante, mantén viva la fe en ti mismo y confı́a en que detrás de cada tormenta, siempre hay un puerto de calma. La única condición es que no puedes rendirte.
Contra viento y marea, siempre hacia adelante.
Atrévete a dudar